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Miedo666
Ve a dormir, y no tengas miedo....

Cuento terror de Payasos

¡Llegó el payaso!

Maldito sea el día que concurrí a aquella fiesta.  Me invitó Ernesto, un compañero de trabajo, su hijo menor cumplía años.    Al suponer que se trataba de una fiesta infantil agradecí pero no pensaba ir. Ernesto pareció leerme el pensamiento e insistió en que fuera porque también era para los mayores, que había invitado a varios conocidos, y se autoproclamó, un poco en broma, un gran cocinero de hamburguesas a la parrilla. También me aseguró que habría mucha cerveza, con eso terminó de convencerme.   Esos días estaba haciendo mucho calor, y refrescarse con algo gratis siempre parece mejor. 
Era en una zona residencial. Llegué como a las cinco. Todos estaban en el patio del fondo, que era amplio y también tenía un jardín.  Ernesto se había puesto un gorro de “chef” y asaba sus tan mentadas hamburguesas en una parrilla con carbón.  Los niños y el cumpleañero andaban correteando por todo el lugar. Después de saludar me senté, y un minuto después ya disfrutaba de una hamburguesa y una fría que tomé directamente de la botella.  
No eran muchas las personas mayores pero el ambiente estaba animado. La gente conversaba, los niños seguían jugando, correteando, haciendo algunas pausas para tomar refresco; era una linda fiesta. 

Pero sobre nuestras cabezas el clima estaba empeorando. Aparentemente solo a mí me preocupaba, porque noté que nadie miraba hacia arriba. Supongo que a la gente criada en la ciudad no le importa tanto el clima; la gente del campo depende de él.     
El cielo cada vez se oscurecía más, y en un momento tomó un tono medio verdoso. Pero a pesar de eso la pequeña fiesta continuaba igual, mas advertí que a Ernesto lo molestaba algo. Lo vi hablar varias veces por su celular con cara de enfadado, y miraba su reloj. Cuando me arrimé por otra hamburguesa él nuevamente estaba llamando, y escuché parte de lo que dijo: 

- ¡Ya hace dos horas que era para estar aquí! ¡No me importa que inconveniente ha tenido, ya pagué para que le animara la fiesta a los niños! ¡No, no me interesa, venga como pueda! -y cortó. 

Al volverse hacia mí seguramente supuso que escuché algo y me explicó brevemente. 

- Contraté a un payaso y el irresponsable todavía no viene. 
- Igual los niños la están pasando bien -le dije con la intención de calmarlo. 
- Sí, pero prometí que iba a traer un payaso. Pero bueno… ¿Te sirvo otra? 
- Sí, están estupendas. 

Después volví a mi asiento, con otra fría en la mano, para bajar la hamburguesa, que ya era la tercera. 
Debido a la tormenta oscureció temprano y tuvieron que encender las luces. Un rato mas tarde ya no veía el cielo, por la luz de los focos, pero podía sentir la tormenta, a la lluvia inminente. Y comenzó a llover.  Los presentes se sorprendieron (como si el clima no lo hubiera anunciado antes), y mas de uno debe haberse tragado un montón de goteras al mirar hacia arriba con la boca abierta. ¡Está lloviendo!   Los anfitriones hicieron pasar a todos a la casa. Aquel era el fin de la fiesta, pensé. 
La lluvia no vino sola, comenzó a relampaguear y reventaron algunos rayos.   Nos acomodamos en una sala que daba al patio, desde allí podíamos verlo por unas ventanas enormes y bajas.  
De pronto (no hay palabras que lo expresen mejor, porque salió de la nada) vimos a alguien en el patio, y era un payaso. Estaba mirando hacia la ventana, hacia nosotros, y tenía una sonrisa fiera.

No todos notaron que apareció de repente, de la nada, pero parece que igual sintieron algo raro, porque un momento después de su aparición todos quedaron mudos mirando hacia el patio. Y enseguida llegó el terror. Explotó otro rayo y se cortó la luz. El payaso ahora ya no estaba en el patio. Un instante después gritaron fuerte detrás de mí, y cuando giré un relámpago iluminaba la habitación, y el payaso estaba cerca de una mujer.  Al oscurecerse de nuevo la habitación el griterío fue general. Cada vez que un relámpago iluminaba el lugar el payaso estaba en otra parte, al lado de otra persona. Los relámpagos parecían ser cómplices del madito payaso, y entraban uno tras otro en la habitación. Hubiera preferido que todo permaneciera oscuro para no ver tantas veces al payaso.   Algunos lograron salir por un corredor y otros solo gritaban. Levanté a un niño en brazos y tomé a otro de la mano y salí por el corredor. 
Tenía miedo, no lo voy a negar, pero no sentía que corriera peligro. Aquella aparición solo podía asustar. Volví y llevé a una señora que se había desmayado. No sé cuanto duró aquella locura. Finalmente todos salieron de la casa. 
Como es lógico suponer, el payaso había muerto en un siniestro por tratar de llegar al cumpleaños.
Payasos

Estábamos festejando no sé qué, era confuso. Me encontraba sentado frente a uno de los extremos de una mesa grande. La mesa estaba rodeada de parientes, amigos y unos conocidos. Todos comían, bromeaban y reían. Era una situación agradable hasta que alguien puso la mano sobre mi hombro, y cuando lo miré, era un amigo que murió hace años.  Aquella presencia me sorprendió enormemente, y todos se echaron a reír al tiempo que me miraban. 
¿¡Qué estaba pasando!? ¿Cómo podía ser aquello…? Entonces repentinamente me di cuenta que soñaba: era una pesadilla. Después el muerto se alejó hacia una puerta, y al irse la dejó abierta, y por ella entraron unos payasos grotescamente deformados. Cada uno de los payasos monstruosos me miró con una sonrisa retorcida y malévola. El maquillaje blanco que tenían en la cara resaltaba unas arrugas profundas como tajos, y por pelucas tenían lo que parecían ser cabelleras ajenas. 

¡Que situación tan aterradora! Incluso ahora, al evocar el terror que sentí esa vez me siento muy mal.  De un momento a otro todos eran payasos monstruosos. Intenté levantarme pero no pude, la mesa me aprisionaba. Cuando todos empezaron a acercarse, supuse que la pesadilla estaba por terminar, porque no podían hacerme nada. Cerré mis ojos y cuando los volví a abrir estaba en mi cama.  Entonces suspiré hondo, pero el alivio no duró mucho, pues vi algo por el rabillo del ojo, y cuando miré hacia la ventana, ésta se encontraba llena de payasos que me miraban desde afuera, y súbitamente las cabezas de otros salieron de abajo de la cama lanzando carcajadas cavernosas. Después de ese último susto me desperté en la realidad: la pesadilla había terminado.  
Llegó la mañana y seguía pensando en la pesadilla. ¿Por qué había soñado con payasos si no les tengo miedo? Especulaba sobre mi pesadilla cuando Roxana llegó de hacer las compras. Me mostró dos papeles que tenía en la mano y me dijo: 

- A que no adivinas qué son.
- No tengo ni la menor idea -le dije.
- Entradas para el circo. Llegaron ayer. ¡Que emoción, hace años que no voy a uno?
- Entradas para un circo… que sorpresa. Un circo… donde siempre hay payasos…
- ¿Les tienes miedo? ¡Jaja!
- ¿Miedo yo? 
- Lo dije en broma. Las entradas son para la función de la noche.

En ese momento sentí mucha curiosidad. ¿Sería una coincidencia absurda? Presentía que no lo era, pero de todas formas fuimos al circo. 
Ya dentro de la carpa, Roxana me sonreía y se pegaba a mí, pues yo no le soltaba la mano; no quería perderla entre el público: algo me decía que el lugar era peligroso.  
No demoré en ver el primer payaso.  Caminaba entre la pista y las gradas. No era tan grotesco como los de la pesadilla pero parecía ser alguien muy viejo. Tenía puesto los clásicos zapatos de payaso, un calzado extremadamente largo. Lo observé con tanta atención que noté que en la punta del zapato, que estaba algo rota, sobresalía una uña puntiaguda y negra. Ningún humano podría tener el pié tan largo. 
En ese mismo instante el payaso se volvió hacia mí y me miró fijo, como si se hubiera dado cuenta de que lo descubrí. Levantó el labio superior como si estuviera gruñendo y se fue caminando rápido. 
Después de eso no quería quedarme ni un minuto más allí. Le dije a Roxana que me sentía mal y nos fuimos. ¡Que situación! 

Esa noche no dormí, me mantuve vigilante, armado. Varias veces creí escuchar que rondaban la casa, pero no conseguir ver nada. Por suerte trabajo en mi casa y pudo dormir de día, aunque tuve que inventar excusas tontas. El circo se marchó a los cinco días. En ese tiempo desaparecieron de la ciudad tres personas; nunca se supo qué fue de ellas, aunque yo creo saberlo…
El invitado

Mary conducía su auto por una avenida llena de árboles que unían sus sombras a la oscuridad de la noche, y no estaba sola. Un viento frío gemía por todas partes, pasaba entre las casas, desarmaba los hilos de humo que se elevaban de las chimeneas, sacudía con furia a los árboles de las veredas y los jardines, haciendo volar hojas secas hacia todos lados. Y cuando cesaba por momentos las hojas caían lentamente yendo de un lado para el otro hasta que tocaban la calle. 
Mary miró por el retrovisor y vio que le sonreían desde el asiento de atrás; era una carita diminuta de niña, le faltaban los dientes delanteros y tenía los ojos grandes y claros. Su acompañante era Florencia, su hija. La madre esperaba verla dormida, entonces le preguntó:

- ¿No puedes dormirte, mi vida?
- No tengo mucho sueño mami -le contestó Florencia con una voz aguda propia de una niña de su edad. 
- Bueno. Ya falta poco para que lleguemos a casa, dentro de un ratito.

El auto siguió atravesando la avenida ensombrecida por los árboles. Las hojas voladoras se atravesaban en el camino, seguían al auto algunas, mientras el viento continuaba gimiendo por todos lados. 
Al escuchar que el celular estaba sonando, Mary buscó dónde detenerse para contestar, y lo hizo frente a un gran terreno baldío. Era su jefe. Mientras hablaba con él escuchó que Florencia decía algo pero no le prestó atención porque la llamada era importante.  Cuando terminó de contestar vio que su hija había acercado su cara a la ventanilla y parecía estar dialogando con alguien que estaba afuera, mas cerca del auto no había nadie. 

- ¿Qué estás haciendo, Florencia? 
- Estoy hablando con un payaso -contestó la niña a su madre. 

Mary quedó algo sorprendida por la respuesta. Al observar el terreno lo reconoció, y al recordar algo que había escuchado en las noticias hacía tiempo sintió miedo de repente. Más de dos años atrás, aquel terreno baldío había sido ocupado por un circo, y después de retirarse éste descubrieron allí el cadáver de un payaso, ya medio descompuesto pero aún con algo de maquillaje en el rostro.
Mary pensaba en eso cuando unas malezas se agitaron como si algo las moviera, y entre éstas apareció sorpresivamente la cara de un payaso de aspecto aterrador.  Tras lanzar un grito puso el auto en marcha y luego aceleró, y con un chirrido de llantas madre e hija se alejaron de allí; pero no se libraron del todo del payaso, pues en su inocencia la niña lo había invitado a su cumpleaños… 
La foto del payaso

Esteban estaba por abrir la puerta que da a la calle, cuando de repente escuchó una risita burlona.
Se volvió hacia el corredor por donde había venido, y escuchó con atención; sólo había silencio. 
Los alumnos y las maestras se habían retirado, y las sombras de la noche ya envolvían el patio de la
escuela. Los salones que durante el día rebosaban de inquietos niños, ahora estaban vacíos e inmóviles en la penumbra, aunque algo insano saturaba el aire, y la temperatura había descendido.
Esteban era el director de aquella escuela. Aunque ahora no escuchaba nada, estaba seguro de haber 
oído una risita disimulada, como de alguien que se burla a espaldas de uno.
Volvió sobre sus pasos y empezó a revisar los salones. El aire estaba tan frío que su aliento se veía
como si fuera una bocanada de humo. 

Llegaba al final del corredor cuando desde el último salón brotó el estruendo de una carcajada, y
Esteban se estremeció al reconocerla: Era la carcajada de aquel payaso que muriera en la escuela.
Había animado una fiesta escolar durante varias horas, cuando de pronto cayó al suelo y comenzó
a convulsionar. Los niños creyeron que era parte de su espectáculo, y se echaron a reír, y hasta
algunos comenzaron a imitarlo arrojándose al piso. Sólo una maestra advirtió la angustia en los ojos
del payaso, pero ya era demasiado tarde; murió allí mismo, entre las risas de los niños.
Enseguida de la carcajada, la aparición del payaso asomó la cabeza y una mano, y lo saludó con un gesto, para luego saltar hacia el corredor. Se elevó en el aire y se abalanzó volando rumbo a Esteban, 
al tiempo que lanzaba su risotada aterradora.

Esteban corrió hacia la puerta, con la aparición volando tras él. Salió a la calle como una exhalación y no paró hasta llegar a su auto, no volteando en ningún momento. 
Ya en su casa, pasado el momento de terror, Esteban reflexionó largamente sobre el asunto.
Concluyó que haciéndole un homenaje al payaso, tal vez su espíritu dejaría de rondar por la escuela. Después de un acto solemne, durante el recreo, se colgó en un salón la foto del payaso. También hizo
bendecir a la escuela, y aparentemente el problema se solucionó; mas algunos alumnos afirman, que
a veces la foto del payaso hace algun gesto, o guiña un ojo.

Cumpleaños

El cumpleaños se había extendido hasta la noche. Dentro de la casa las personas mayores
bebían algunos tragos y comían bocadillos; afuera, en el jardín, los niños jugaban y corrían
entre los canteros de flores y los árboles. 
Además de las luces que siempre había, colocaron unos reflectores más, pero algunas zonas 
del jardín igual quedaron entre sombras. 
Era el cumpleaños numero cuatro de Isabel. 
Cuando sus padres vieron que ya era un poco tarde decidieron partir la torta. Su madre salió 
al jardín y gritó: 

- ¡Niños! ¡Vamos a partir la torta! Vengan. - los niños corrieron hacia ella y la rodearon con 
algarabía. 
Buscó entre las pequeñas cabezas mas no encontró la de su hija. Miró más allá de la multitud
de niños y la llamó: 

- ¡Isabel…! Vamos a partir tu pastel, ¡Isabel, ven!
- Isabel se fue. - dijo uno de los niños. Otros dijeron lo mismo.
- ¡Cómo que se fue! ¿A dónde? - preguntó la madre, ya algo angustiada, como presintiendo…
- Se fue con el payaso, él se la llevó - afirmó una niña y otros le dieron la razón. 
- ¡El payaso! - exclamó horrorizada la madre. No habían contratado ningún payaso.
Dentro de una morgue

Aníbal ató una etiqueta en el pié de una mujer que estaba en una fila de cadáveres. 
Era médico forense. Estaba ordenando unos instrumentos quirúrgicos, cuando en ese momento se abrió la puerta, y un hombre entró empujando una camilla; y sobre ésta iba un cadáver cubierto por una sábana. 

- ¡Buenas noches! - saludó Aníbal.
- Buenas noches doctor - lo saludó a su vez el hombre, y continuó -. ¿Cuándo es su cumpleaños doctor?
- El dos de diciembre, falta bastante… - le contestó Aníbal. 
- ¡Que lástima! Si fuera hoy ya teníamos el payaso ¡Jajaja! - y dicho esto destapó la parte superior del cadáver que llevaba en la camilla, y era un payaso. 

Como Aníbal lo miró muy serio, el bromista creyó que se había sobrepasado y dejó de reír. Entre los dos lo subieron a la mesa de autopsia, y enseguida el camillero se marchó.
La broma no le había parecido pesada, lo que pasaba era que Aníbal le tenía terror a los payasos. Tenía aquella fobia desde que recordaba, y ya adulto no se había podido librar de ella.
El payaso tenía la cara completamente maquillada. Su boca estaba medio abierta y se le veían unos dientes amarillentos. 
Aníbal leyó el reporte que venía junto con el payaso. Había muerto electrocutado en un accidente en el circo. Eso explicaba la expresión rara que tenía en la cara, aunque no la hacía menos terrorífica. 
Aníbal respiró hondo varias veces y levantó la cabeza. 
Soy un médico - pensó Aníbal -. Estoy acostumbrado a ver cadáveres, no puedo temerle a un hombre con maquillaje, es absurdo. 

Cuando volvió a mirar al payaso, éste tenía los ojos abiertos, y repentinamente los giró hacia él, después le hizo una guiñada cerrando un ojo y sonriendo.
Aníbal, espantado, empezó a retroceder hacia la puerta; el payaso levantó la cabeza y lo siguió con la mirada hasta que salió de la morgue. 
Por el pasillo se cruzó con una enfermera y dijo que se iba porque se sentía mal, y a paso ligero se fue del hospital. 
Durante varios días, no supo si su terror hacia los payasos lo había echo alucinar o si era algo más, porque lo recordaba de forma muy clara.   Después se enteró que en la investigación del accidente del payaso, descubrieron que éste era un asesino serial, y que practicaba magia negra.

 
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