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Miedo666
Ve a dormir, y no tengas miedo....

El Club Del Torso (Creepypasta)

El Club Del Torso (Creepypasta)

No saben cuánto me cuesta relatar esta historia, es sencillamente aterrador para mí revivir esas memorias llenas de obscuridad, al saber que estuve tan cerca de la locura. Solía ser una de esas personas a las que nada le asusta, tal vez porque siempre me fascinó todo lo relacionado a las cosas paranormales y demás. Entonces, como un medicamento que se usa en exceso, con el tiempo empezó a perder su eficacia, de allí que al final estaba tan acostumbrado a las clásicas historias de terror que dejé de sentir el escalofrío habitual que recorre mil y una veces tu columna cada vez que sientes miedo. 

Una de mis mayores aficiones en aquel tiempo era leer relatos como éste, ansiando hallar algo que verdaderamente me pusiera, como se diría, «los pelos de punta». Recuerdo que indagué por montones de páginas web diferentes que prometían tener grandes cosas, y aunque la mayoría de esos relatos eran espeluznantes, como dije antes, habían perdido su magia. 

La segunda fase de mi obsesión por los creepypastas fue llevada un poco más lejos, y luego de lo que me ocurrió, creo que fui un estúpido por haber tentado a las fuerzas desconocidas tantas veces sin el más mínimo recato ni consciencia de lo que hacía en realidad. Si han oído hablar, como espero que así sea, de algunas leyendas urbanas como Blindmaiden.com, de espíritus que te persiguen tras ver ciertos videos, juegos malditos, las canciones con contenido subliminal, entre otras, entenderán a lo que quiero llegar. Probé cada una de esas leyendas, y de una u otra manera me sentí aliviado y satisfecho de saber que al menos para mí nada fue real, y que tras tantas experiencias que para otros serian inconcebibles e inimaginables, nada sobrenatural me había ocurrido. 

Duré algún tiempo alejado de todo esto, sencillamente me había aburrido o decepcionado, yo qué sé. El hecho es que al pasar las semanas sentí cierta intriga por saber sobre nuevas cosas, entradas y demás similares; fue así como empezó mi martirio que si bien no duró demasiado, por poco logra matarme. 

Lo recuerdo claramente, todo inició la noche del 14 de septiembre hace dos años, alrededor de las 10:20 p.m. Andaba navegando por la web profunda, arriesgándome a que cualquier cosa llegara de momento y arruinara mi ordenador, pues sabrán que las páginas que se encuentran allí no son del todo bien intencionadas; sin embargo, eso no me molestaba, había oído de algunos amigos que en esa clase de páginas se encontraba a la gente más desquiciada, depravada y mórbida que pudieras conocer, la respuesta a mi necesidad. En un principio sólo veía contenido del tipo gore, cosas excesivamente sangrientas y que aunque te daban algo de dolor de cabeza, no me aterrorizaban, eran sólo imágenes de accidentes y cosas por el estilo, nada que debiera ser explicado con argumentos muy complejos; la muerte es el fin de un ciclo vital, nada más. Lo que buscaba era algo que no perteneciera a este mundo, cosas o acciones que no hubieran sido realizadas por manos del hombre. ¿Buscaba al Demonio? Tal vez. 

Como dije, fue justo a las diez de la noche con veinte minutos que hallé lo que buscaba, era lo único que en verdad valía la pena para mí. Una web de satanistas para satanistas, y aunque yo no me consideraba como tal, no me faltaba mucho para serlo. En dicha web encontrabas cualquier tipo de contenido que existiera, imágenes, videos, historias, incluso disponía de chat, algo así como Facebook, pero la única diferencia era que no tenías que ser un miembro registrado, sólo entrabas y ya podías empezar a platicar con quien quisieras. Es probable que se pregunten cómo llegué a la deducción de que toda esa gente eran adoradores del Demonio; pues bueno, nunca antes había visto tanta blasfemia junta en mi vida, empezando por cosas como el diseño de la página en cuyo proceso de carga se mostraba una imagen de Cristo cortada a la mitad con los intestinos colgando, brazos amputados y sin ojos, mientras algunas criaturas aladas consumían las partes faltantes. El fondo de la página era una enorme cruz invertida con un Cristo, como diríamos en mi país, «apachurrado», carcomido por pestes y envuelto hasta la gangrena en sábanas teñidas de rojo. 

En verdad me sentía bien allí. Al principio empecé a hablar en el chat con tres o cuatro personas simultáneamente. Para mi sorpresa eran gente muy sociable, al menos por medio de un computador. Hablamos de cosas como la música y algunos toques de bandas de black metal a los cuales todos queríamos asistir, y me incluyo porque amo esa música. Sinceramente parecía un sitio para charlar de cosas mundanas, más que una web dedicada exclusivamente a satánicos. Qué gran error fue haber subestimado su locura. Estábamos chateando de manera muy fluida, serían las once o doce de la noche, cuando de pronto apareció un extraño mensaje que no venía de ninguno de mis nuevos «amigos». El usuario se hacía llamar Belcebú, y decía: 

«Prepárense amigos míos, la función de hoy comienza en tres horas. Corten cuanto deban, pero no permitan que el sueño los venza». 

Capté dos cosas de eso. Primero, ¿qué demonios era la tal función de la que hablaba? Y segundo, ¿«corten cuanto deban»? ¿Los invitaba a automutilarse? Eso sí me pareció fuerte, pero bueno, eran sólo conjeturas. De allí en adelante los mensajes siguieron apareciendo en lapsos de veinte minutos exactos; no cambiaba mucho el objetivo, sin embargo, algo de su contenido empezó a asustarme, por primera vez en mucho tiempo sentí ese escalofrió de nuevo. 

«¿Aún conservan los dedos? Que el sueño no los venza, esta noche vale la pena». 

No sabía cómo sentirme sobre eso, probablemente sólo jugaba o bromeaba con lo que había escrito antes, pero ¿y si no era así? De pronto me llegó otro mensaje, esta vez de uno de mis interlocutores: 

«Vuelvo en dos horas, estoy sangrando mucho». 

Seguía sin saber si bromeaban o en efecto ese demente se había autoflagelado. Aparecieron más mensajes. 

«Pareces una vieja, mi pantalla está roja y no estoy llorando». 

Otro era: 

«Cuidado, la última vez que tu maldita pantalla se puso roja terminaste en un hospital». 

«Afortunadamente no necesito todos los dedos para escribir». 

«He estado pensando, si sólo me comunico con ustedes en este chat, ¿para qué necesito la lengua?». 

Uno más escribió: 

«Para ver no necesito mis oídos, ¿verdad?». 

Era algo demencial. Decidí dejar de escribir, mas no cerré la página porque quería saber de qué trataba su «función». Eran las 2:35 de la mañana, los grotescos mensajes no dejaban de aparecer, afortunadamente estaban tan metidos en su charla que no notaron cuando dejé de escribirles. Lo último que quería en ese instante era ganármelos de enemigos. 

2:40 a.m., me llegó un mensaje. 

«¿Aún estás ahí?». 

No sabía si debía responder o no, pero tampoco quería que me preguntaran si acaso ya me había mutilado las manos y por eso no escribía, así que opté por responder. 

«Sí, sigo aquí, pero no sé si llegue a las tres». 

La chica me respondió: 

«Tienes que; eres la estrella». 

¿Estrella? ¿Qué quería decir con eso? Le pregunte qué significaba. 

«Quien ingresa a esta página debe cumplir con un ritual de iniciación, novato».

«¿Iniciación a qué?». 

Allí Belcebú intervino. 

«Es suficiente», escribió. «No amedrantes al chico, si se larga tendremos muchas personas decepcionadas esta noche. ¿Eso es lo que quieres?». «NO», respondió ella, «pero aun así, si quisiera irse no puede, ¿verdad? Él ya está aquí, la hora se acerca». 

«Detente de una maldita vez». 

El tipo estaba harto de ella, y yo estaba sudando frío. 

Luego recibí un mensaje privado de Belcebú: 

«Disculpa a los muchachos, están algo trastornados. Hacía tiempo ya que no presenciábamos una ceremonia, y nadie se la quiere perder». 

Volví a indagar sobre qué era la ceremonia, tal vez él era más serio que esos otros desquiciados y me daba una respuesta concreta; pero lo que me dijo no me alivió en lo absoluto. 

«No seas impaciente, pronto lo sabrás; es más, lo sentirás en carne propia como todos aquí alguna vez». 

De pronto, el reloj de mi ordenador marcó las tres de la madrugada. Jamás había sentido tanto frío antes, era como estar enterrado bajo metros de nieve. La presión en el pecho me impedía respirar el aire que se había vuelto tan denso como el humo, y tan apestoso como un cadáver en estado de descomposición. El olor era nauseabundo, recuerdo que vomité encima de todo cuanto hubo a mi alrededor; pero no, no era nada natural, había vomitado gusanos blancos, de esos que se comen a los muertos y fue allí cuando supe que quien apestaba a muerte, era yo. Me había empezado a pudrir por dentro. Mis ojos sangraban, sentía miradas expectantes en cada centímetro de mi cuarto; eran ellos, lo sabía, mis «amigos» me veían desde alguna parte, allí todo se me aclaró. No eran más que una manada de enfermos que en un principio aparentaron ser normales sólo para retenerme y cautivarme lo suficiente como para darle tiempo a «eso» para que llegara hasta mí. 

Y es que «eso» era algo que hubiera preferido morir sin ver, era como una pesadilla, pero mi dolor era demasiado real como para estar soñando. No sé cómo ni por qué, pero oía voces a mi alrededor, risas depravadas de seres que se excitaban con mi sufrimiento. Eran ellos, debían de ser ellos. Recuerdo haber sentido mi cabeza como si algo allí adentro estuviera creciendo y fuera a romperme el cráneo; mis oídos también sangraban, así como mi nariz y mi boca. Estaba desesperado. En medio de mi tortura logré mirar hacia la pantalla del ordenador, vaya espanto. Lo que vi me dejó congelado. Por un segundo el terror fue mucho más grande que el dolor. La web que antes estaba plagada de mensajes, era ahora un video, se observaba a un chico sentado enfrente de una computadora, retorciéndose de dolor mientras algo o alguien a sus espaldas lo observaba. No cabía la menor duda, ese sujeto era yo, pero ¿qué era eso que estaba detras de mí? 

Volví la mirada; por poco me desmayo. Si alguien ha visto alguna vez Ju-On sabrá cómo era su rostro, pálido con y sin sangre en él; digo sin porque su extrema blancura no era natural, y también digo con porque sus labios y ojos expulsaban sangre a cántaros, salía de allí con desespero. Era el rostro deforme de una mujer, sus ojos eran sumamente grandes e hinchados como cuando alguien es golpeado salvajemente, tenía unos pocos cabellos en su cabeza lo que permitía ver tantas cicatrices como arena en el desierto. Recuerdo que de su cuerpo emanaba tanta pero tanta sangre, no entendía cómo alguien podía contener tanto de ese líquido vital; pero era una sangre espesa y podrida, pestilente, que caía al suelo como si fuera alquitrán. La bestia no tenía brazos, apenas se notaba lo redondo de sus hombros. Tampoco tenía piernas; bueno, no piernas humanas, porque vi que se movía sobre dos patas flacas llenas de pelo y con pezuña bífida, como las de una cabra. Lo único humano, si es que algo dentro de esa abominación era humano, era su torso, igualmente lacerado con cortaduras, muchas de ellas abiertas y sangrantes. 

Yo no podía dejar de vomitar, de hecho, estaba trasbocando más de lo que había comido ese día; pero como ya dije sólo devolvía gusanos blancos, y si no supe cómo llegaron allí tampoco sabía cuántos habría. Estaba debilitándome, me dolía el pecho y la garganta. Luego esa maldita cosa, «eso» me tocó. Acercó su rostro al mío tanto que mis ojos se juntaron a los grandes butagones que «eso» exhibía por los suyos. Vi algo así como un álbum de mórbidas fotografías guardadas en su memoria. Muchas personas desnudas y al igual que «eso», todas sin brazos, algunos sin piernas, otros con las dos o al menos con una, cortadas por donde se les viera. Sabía que cada miembro había sido amputado o cortado a voluntad, sabía que «eso» los había cortado. Por Dios, no paraba de vomitar, pero esta vez de asco y repulsión. 

«Eso» trató de bajar, directo a mis piernas. Escupió sobre mí un espeso líquido que no era su repugnante sangre, era otra cosa, pero el hecho es que quemaba como ácido. Veía cómo se tragaba mi pantalón y empezaba a tragar mi carne, me estaba desmayando del pánico y el sufrimiento. Hice un movimiento de mi cabeza inclinándola hacia atrás y algo vi escrito en el techo: 

«Bienvenido al CLuB DeL TorSO». 

Allí caí. 

Desperté tres días después, en medio de un ataque de nervios, llorando y arrasando con cuanto hubiera a mi paso. Destrocé todo en mi alcoba, el trauma había sido enorme. Lo único que recordaba antes de caer desmayado, era que ese ácido había carcomido mis piernas y brazos y efectivamente sólo quedaba el torso y la cabeza; sin embargo, para haber arrasado con todo tenía que haber estado en movimiento muy bruscamente con mis brazos apoyado sobre mis piernas. 

Reaccioné y me di cuenta de que todo estaba normal en mí, no tenía un rasguño, ni un golpe y afortunadamente ya no lloraba sangre. Mas no fue fácil recuperarme, estuve en estado de shock por dos semanas, y me debían alimentar por una sonda porque me negaba a comer, el asco no me dejaba. Con el tiempo me recuperé totalmente, volví a ser quien solía ser; aunque en ciertos aspectos había cambiado demasiado. Me volví más susceptible al espanto, todo lo que yo llamaba valentía se fue al demonio o con ese demonio. Dejé de leer creepypastas y olvidé lo paranormal. Es ahora parte de mi pasado. Nunca traté de explicarle a nadie lo que pasó, quién me creería. 

Pasado un mes desde la experiencia, me atreví a volver a tocar el ordenador, era la primera vez después de eso. A pesar de no haber hallado nunca una prueba sustancial, no miento cuando les cuento esto. Solamente quien vive las cosas es quien está en derecho de ponerlas en tela de juicio, y yo sé muy claramente qué fue lo que me paso. Desde entonces he aprendido a respetar a las fuerzas ocultas y nunca más he vuelto a jugar con eso, porque ahora sé de qué tanto son capaces ciertas personas, más aún cuando tienen tanta perversión en su interior. 

Si les gustó mi relato lo agradezco, y si no, pues tampoco me molesto, pero sí quiero dejarles una lección: sean prudentes con lo que hacen en la web, y si en algún momento de sus vidas sienten el olor del Infierno y ven un torso reflejado en la pantalla de su ordenador, prepárense, porque el infierno en vida les espera.

 
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