Cuentos de Apariciones
¿Qué es aquello...?
- ¿Qué es aquello que hay allá, compañero? - le preguntó Ismael a Javier. Era de madrugada y caminaban tambaleándose. Habían dejado atrás las luces de un pueblo y la algarabía de un cumpleaños, e iban rumbo a la carretera, donde con suerte podrían tomar un autobus.
- ¿Qué es lo qué, Ismael? ¿Allá adelante?… - Contestó con preguntas Javier. Escudriño en la oscuridad de la noche y creyó distinguir algo -. Es un caserío - afirmó.
- No… yo creo que es un… no, a ver, sí, es un cementerio.
Los dos, con paso desparejo, de borracho, se fueron acercando más hasta confirmarlo.
- Era un cementerio nomás, tenías razón y… ¿Qué más iba a decir? No me acuerdo.
- Claro, si distinguí unas cruces y todo. Es el cementerio del pueblito.
El portón del cementerio, medio derrumbado, estaba hecho de chapas y se encontraban bastante separadas entre si. Al pasar frente a él, vieron que alguien asomó la cabeza entre la separación de dos chapas.
- ¡Una aparición, Ismael! - gritó Javier, e intentó huir, pero Ismael se lo impidió sujetándolo de la parte de atrás del cuello del abrigo.
- ¡Que aparición ni que nada! Debe ser el vigilante del ahí - dijo Ismael, que era menos impresionable.
- ¡Suélteme! ¡Que me voy de aquí…! - le exigió Javier, y salió corriendo como podía. Ismael se quedó. Bajó la mirada y buscó hasta que vio una piedra, que por ser de color claro se distinguía aún en la penumbra.
- ¿Y usted qué mira? - preguntó Ismael con tono amenazante. Lo que estaba detrás del portón se movió levemente, y a él le pareció que el otro movía la boca como si estuviera hablando, pero solamente escuchó una especie de gemido apagado.
- ¿Qué acaso es mudo o qué? ¿Piensa que me está asustando, a mí?… ¡Jajaja! Mejor deje de estar mirándome como lechuza o le doy una pedrada que ya va a ver… ¡Ah! Sigue ahí. ¡Ahí le va! - y le arrojó la piedra. No tenía la intención de pegarle, sólo quería que la piedra diera con estruendo en la chapa, y así asustar a aquel curioso; pero el proyectil salió directo a la cabeza, y la atravesó como si ésta no existiera: era una aparición.
Ismael sintió tanto terror de forma tan súbita, que salió de allí casi curado de su borrachera.
Pronto serás uno de nosotros
La sala de espera de aquel hospital se iba llenando de gente. Faltaba bastante para el amanecer, pero ya hacía mucho calor, y la humedad estaba alta. Un par de ventiladores zumbaban en lo alto del techo, y cerca de él volaban algunos insectos atraídos por las luces. Algunas personas se abanicaban con los papeles que llevaban, otras suspiraban a cada rato y levantaban la vista hasta los ventiladores que giraban lerdos.
En esa sala se encontraba Sergio. Se mantenía parado pues ya no había más lugar en los bancos. Consultaba su reloj, se secaba el sudor de la frente, y para pasar el tiempo revisó un par de veces sus papeles: la orden para un análisis, el resultado de otro, y su reciente pero voluminoso historial médico. De pronto escuchó un grito espeluznante, y por poco no arrojó sus papeles al estremecerse por el susto.
Una señora notó su reacción, y por curiosidad más que por verdadero interés por el prójimo le preguntó: - ¿Está bien señor?
- Sí, gracias. Me sorprendió un poco ese grito, ¿qué habrá pasado? No sé bien de dónde vino.
- ¿Grito? Yo no escuché ningún grito - dijo la mujer.
Sergio miró a los otros buscando algún gesto de asombro; nadie más parecía haber escuchado aquel grito. La mujer con la que habló volteó hacia otro lado y se alejó de a poco. “Mejor me alejo, no vaya a resultar que este tipo esté loco”, pensó ella al apartarse.
Aún no se explicaba cómo podían no haber escuchado aquello, cuando de un corredor salió un enfermero empujando una camilla; sobre ésta había un cuerpo cubierto por una sábana: una operación había salido mal. Súbitamente, un hombre con un enorme corte en el pecho apareció sentado en la camilla, era la aparición del muerto. La aparición miró a Sergio y le guiñó un ojo - Pronto serás uno de nosotros - afirmó la aparición. Casi inmediatamente resonaron otros gritos que solamente Sergio escuchó, y desde varios puntos surgieron apariciones horrendas y empezaron a vagar por la sala, sin que la gente las viera.
Apenas dio unos pasos para salir de allí, Sergio se sintió terriblemente mal: le dolió el brazo izquierdo y el pecho. “¡Un infarto!”, pensó. Se tambaleó un poco, logró a duras penas mantener el equilibro y siguió. Sabía que iba a morir, pero no quería hacerlo allí, y luego andar penando en aquel lugar horrible.
Sudando, jadeando, alcanzó la puerta de la salida. Ya estando afuera, pudo dar unos pasos más antes de desplomarse. Lo había conseguido, creyó, y perdió la conciencia.
Un doctor que iba llegando al hospital corrió a socorrerlo, y enseguida se le unieron unas enfermeras.
- ¡Hay que llevarlo a emergencias! - ordenó el doctor -. Aún está vivo, pero está muy mal.
La ambulancia embrujada
Walter estaba en su taller mecánico, inclinado sobre el motor de un auto, cuando
Vio que alguien ingresaba al taller, era Oscar, un viejo conocido y cliente regular.
- !Oscar¡, ¿cómo andás, me trajiste alguna carcacha ? - dijo Walter mientras tomaba
Un trapo para limpiarse las manos.
- Bien, gracias. Esta vez no es ninguna carcacha, es tremendo vehículo - dijo Oscar y
Le tendió la mano.
Los dos hombres salieron afuera. Enganchada a un remolque, había una vieja
Ambulancia. Walter lanzó una estrepitosa carcajada a la vez que se inclinaba y
Apoyaba las manos en las rodillas - Supongo que no eran muchos los interesados
En comprarla, !una ambulancia¡ - dijo Walter entre risas.
- Manejando esta siempre voy a tener preferencia, prendo la sirena y todos se abren -
Bromeó Oscar, que también reía, luego de una pausa continuó:
- Para usarla tengo que modificarla, pintarla de otro color, sacarle la sirena, y otros
Arreglos más, ahora quiero que le arregles el motor, eso es lo primero -
Los dos estuvieron un buen rato observando el vehículo, luego lo ingresaron al taller.
Ya era noche cuando comenzó a trabajar en la ambulancia. Mientras observaba
El motor, escuchó un ruido, que venía del interior de la ambulancia. Trató de ver hacia
Al interior desde una de las ventanillas, pero dentro del vehículo estaba muy oscuro.
Se sirvió de una linterna para iluminar el interior de la vieja ambulancia.
El foco de la luz fue rebelando de a poco lo que había dentro. El pulso de Walter se
Aceleró rápidamente, al ver una camilla, y sobre ella un cuerpo cubierto por una
Sábana llena de manchas amarillentas y rojas.
Las rodillas le temblaban y no pudo apartar su cara de la ventanilla. El cuerpo se
Incorporó lentamente y la sábana que lo cubría se deslizó, dejando ver el rostro
Aplanado de una mujer. La aparición volteó hacia Walter, tenía la boca torcida
Hacia un lado, su labio inferior colgaba mostrando algunos dientes, en general
Su cara parecía aplastada, la nariz estaba hundida, se veía como un hueco arrugado.
Cuando Walter pudo apartar su mirada, se alejó de la ambulancia lentamente, con
Las piernas a punto de fallarle debido al temblor que estremecía su cuerpo.
La aparición se asomó en la ventanilla y lo siguió con la mirada hasta que salió
Del taller.
Al otro día Walter le compró la ambulancia a Oscar, y el mismo la remolcó hasta
Un depósito de chatarra para que la destruyeran.
El compañero de celda
Dos guardias lo llevaron hasta la celda, lo hicieron entrar de un empujón y cerraron
La pesada puerta. Fabián estaba preso en aquella celda de dos por tres metros por
Un delito menor, era su primer día en la cárcel.
Estaba confinado en aquella diminuta habitación, húmeda, fría, maloliente, pero a
Fabián no le pareció tan mala, por lo menos estaba solo, un mal compañero de celda
Puede ser mucho peor.
Cuando se hizo de noche apagaron las luces. Fabián se acostó en la incomoda cama.
La puerta tenía una ventana pequeña por donde entraba luz desde el corredor, lo que
Evitaba que la celda estuviera en completa oscuridad.
Los ruidos de la cárcel lo mantenían despierto, cada tanto algún prisionero gritaba, o
Golpeaba la puerta de su encierro. Era un lugar malo y aterrador, aquellas paredes
Guardaban mucha ira, mucha frustración, y no eran pocos los hombres que habían
Muerto allí.
Desvelado, miraba la penumbra que lo envolvía, cuando notó un movimiento en un
Rincón. En una esquina, en la pared en donde estaba la puerta, se distinguía apenas
La figura oscurecida de un hombre, sentado en el suelo, mirando hacia Fabián.
Un terror atroz se acumuló en el pecho de Fabián, y el corazón le palpitó con fuerza.
Al fijar toda su atención en aquella figura que había surgido de la nada, advirtió que
En su cara se formaba una sonrisa fiera, un gesto de enfado, y sus ojos parecían
Avivarse como brazas, y brillaban en la oscuridad.
La fantasmagórica figura desapareció varias veces, como si se desvaneciera, luego
Surgía de la oscuridad, y volvían a brillar sus ojos encendidos.
Las semanas que estuvo encerrado fueron un calvario para Fabián; las cárceles son
Lugares espantosos, sobre todo si se tiene un mal compañero de celda.
El Bebé
Después de una ausencia bastante prolongada, regresé al barrio donde me crié.
Apenas desempaqué salí a visitar a mis viejos amigos. Caminaba las familiares
Calles del barrio, cuando una mujer salió a mi encuentro; era una conocida a
La cual solía saludar, la noté muy demacrada, ojerosa, y en sus ojos brillaba
Una mirada un tanto extraña.
- !Hola¡, ¿Cómo andás? estabas desaparecido. - me saludó la mujer.
Cuando le conté de mi ausencia me pareció que no prestaba atención, tenía una
Sonrisa fija en la cara. La felicité cuando me dijo que tenía un hijo, un bebé,
Me invitó a pasar a su casa a conocerlo. La vivienda estaba muy descuidada,
Entramos al cuarto del bebé, estaba oscuro, afuera brillaba el sol, pero unas
Cortinas gruesas impedían que la luz entrara por la ventana.
´- ¿Está durmiendo? - le pregunté casi susurrando.
- No, cubro las ventanas porque a el le gusta así, ahí esta la cuna, acércate,
No le tengas miedo - encontré sumamente extraña su respuesta, porque iba
A tenerle miedo a un bebé.
Me incliné sobre la cuna para verlo mejor. Era una visión horrible, un escalofrío
Corrió por mi espalda, el bebé, o lo que fuera aquella cosa, sacudía sus brazos
Y piernas como lo hacen los niños cuando están felices, cuando fui a mirar su
Cara, descubrí que no tenía cabeza.
Sin darle la espalda, fui retrocediendo hasta que salí de aquella casa. El mismo
Día me enteré, por boca de mis padres, que la mujer había perdido a su bebé
En un accidente de trancito, estaba loca desde hacía meces, le decía a la gente
Que su hijo aún estaba vivo.
La anciana de la ruta
Regresaba de una pesca, a pié, ya entrada la noche, cuando noté que alguien,
Mas bien, algo, me seguía.
La noche era estrellada pero sin luna, en mi mano sostenía una linterna, pero
Cuando distinguí la forma humana de mi sorpresiva compañía, no quise
Encenderla y encandilar a una persona que además parecía ser una mujer mayor
De edad, una anciana muy pequeña y gorda. Seguí caminando por el costado
De la ruta mientras pensaba sobre lo raro que era que una anciana caminara sola
En medio de la nada ( la ruta estaba rodeada de campo, y el pueblito mas cercano
Estaba a unos 4 Km. de allí ) supuse que era una anciana por su andar desparejo
Y el largo cabello blanco que resaltaba en la oscuridad.
Un camión transitaba la ruta, se acercaba de frente, iluminando todo con su
Poderosa luz. Al voltear para ver su apariencia, descubrí que había desaparecido.
El resto del camino lo hice trotando y con la linterna encendida, verificando cada
Pocos metros que aquella aparición no me siguiera.
Desde el Cementerio
Oscar salió nuevamente a la fría noche y camino hasta la
Portera, volvió a mirar hacia el camino, espero un momento
Y retorno para su casa, al entrar a la habitación iluminada por
Un farol encontró los ansiosos ojos de su madre que enseguida
Le pregunto - ¿ llegó tu padre ? - Oscar le respondió - No mama
Todavía no llego - la madre afligida hizo una larga pausa y luego
Con mucho pesar en su voz dijo - Oscar, no puedo esperar más,
Vas a tener que ir hasta la casa de doña Rodríguez para que me
Ayude en el parto - la respuesta fue inmediata - Si mama, voy
Corriendo y vuelvo con la vieja para que te ayude - la madre
Se puso a llorar cuando vio a su hijo partir y le grito preocupada
- !Tenés que tener mucho cuidado¡ -
Oscar era un niño de doce años y su madre estaba por dar a luz,
Su padre estaba trabajando en una estancia lejana y no sabían
Exactamente cuando regresaba. La familia vivía en una
Humilde casa cerca de un pequeño pueblo, su vecina mas cercana
Era doña Rodríguez, además tenia mucha experiencia atendiendo
Partos, en esa época era muy difícil conseguir ayuda medica,
Mujeres como doña Rodríguez eran las encargadas de ayudar en
Los partos.
El afligido niño corrió bajo la luna creciente que mostraba el
Camino que conducía al pueblo, en el campo se levantaban vahos
De humedad y frío que marcaban el curso de pequeños riachuelos
Que daban a las zonas mas bajas un aspecto fantasmagórico.
Ya se veían las casas que bordeaban el pueblo cuando Oscar
Doblo a la derecha, estaba tan preocupado por su madre que
No avía recordado que para llegar a la casa de doña Rodríguez
Tenia que pasar por la calle que esta detrás del cementerio.
Cuando llego a la esquina se detuvo y contemplo el lugar
Que le daba tanto miedo. La pared del desgastado muro estaba
Custodiada por opulentos árboles separados unos diez metros
Entre si, detrás del muro estaba el fondo del cementerio, al otro
Lado de la angosta calle un bosque se agitaba inquieto y temerario.
El miedo lo izo dudar, pensó en volver al camino que conduce al
Pueblo y bordear el cementerio bien alejado de sus muros pero le
Tomaría demasiado tiempo, si seguía por esa calle la casa de doña
Rodríguez estaba a unas dos cuadras. Decidió cruzar corriendo,
Impulsado por la adrenalina daba grandes zancadas , le parecía
Que en cualquier momento algo saldría detrás de un árbol para
Atraparlo, cuando iba cruzando la mitad del largo del muro
Escucho que alguien lo saludaba - ! HOLA OSCAR ¡ - paro
Y se dio media creyendo que algún conocido pasaba por el lugar
Pero la calle estaba vacía, - ! HOLA OSCAR, ESTOY AQUÍ ¡ -
Pudo distinguir que la voz provenía de lo alto del muro, giro
Hacia el y vio la cara de una niña que asomaba por encima
Del muro, la niña sonreía alegremente y volvió a hablar
- VEN A JUGAR CONMIGO EN EL CEMENTERIO -
Oscar retrocedió asustado y lleno de terror, la niña hablo
Nuevamente - !VEN, VA A SER DIVERTIDO ¡ -
- !No quiero¡- respondió Oscar - y corrió con todas sus fuerzas
Y no paro hasta llegar a la casa de doña Rodríguez.
Cuando partieron en la carreta rumbo a su casa ya estaba por
Amanecer, unas horas después nació el hermano de Oscar.
- Fuiste muy valiente - le decía su madre y Oscar solo
Sonreía , fue tan valiente que nunca contó a sus padres lo
Sucedido.
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